18 de diciembre de 2011

Similitudes

Ya era hora de que este blog se prodigase algo más en temática deportiva, aunque sea sólo para tocar un tema que ya tenemos y tendremos suficientemente manido, pues los adjetivos y las crónicas sobre este equipo son tan variadas como medios de comunicación existen hoy día.


Yo querría, como no puede ser de otra manera desde este espacio, darle un tinte ideológico. Es el triunfo de un equpo construido desde abajo que nos recuerda que la forma más fácil de alcanzar un éxito es a través de la unión con la menor cantidad posible de líderes. Y el que lo sea, tiene que ser el mejor.

Es el triunfo de los valores y principios (con la salvedad de que el Barça tiene bastantes aspectos criticables, pero digo en una perspectiva general) frente al mercado irracional, derrochador y engullidor de equipos pequeños y los otrora grandes equipos (ej. Ajax), de la cantera frente a la cartera, de un estilo de juego en el que todos aportan su grano de arena frente a otros en el que hay algunos que están eximidos de trabajar por el equipo. ¿Nos recuerda esto a algo? ¿Fraude fiscal y presión? ¿SICAV y ayudas en zona? ¿Impuesto de sociedades y achique de espacios? ¿Impuesto de patrimonio y coberturas?


Porque, además, los propios líderes se dan cuenta que trabajando para el equipo los primeros beneficiados son ellos. Y de ahí viene, por ejemplo, que los ricos franceses hayan solicitado a Sarkozy que les suba los impuestos (que no obstante sigue siendo una medida proyectada desde el populismo y la limosna, amén de ineficaz por corta). O de cuando Keynes, no precisamente socialdemócrata, hizo tributar a las grandes fortunas norteamericanas al 90% para poder salir de la Gran Depresión.


En definitiva, es curioso que el haya tenido que ser el fútbol, el alma máter del "pan y circo" adormecedor de la sociedad, el exponente de cuál es el camino para funcionar en la vida, en este caso la económica y política.

Jugada del gol de España frente a Escocia en un partido de la fase de clasificación para la Eurocopa 2012 disputado el pasado octubre

8 de diciembre de 2011

De cuando Luis XIV cambió el curso de la Historia

“Ahora sí, van a saber quién soy”, se dijo a sí mismo Luis XVI, mientras arrojaba a un rincón la hermosa cerradura que acababa de fabricar en el amplio taller de la cerrajería real, donde tan gratas horas pasaba solitario y distraído, lejos de los juegos galantes que cotidianamente organizaba su joven y virgen esposa, la reina María Antonieta.

“Ahora sí, ahora sí, ya verán”, se repetía el Capeto, quitándose el delantal y arreglándose un poco la peluca, “¡Ya verán!”, dijo, cerrando con fuerza la puerta de la cerrajería mientras se encaminaba, con ánimo resuelto, a presidir el Consejo del Reino.

Los ministros no salían de su asombro. Luis XVI se sentó a la cabecera de la gran mesa y por primera vez dejó traslucir un poco de la majestad que siempre le faltó en estas reuniones, donde prefería hacer sus siestas. Y entonces, con voz firme, dictó el célebre decreto que cambió el curso de la historia, aseguró la real testa sobre sus hombros e hizo imposible la Revolución. Era el decreto, tanto tiempo aguardado, por el cual quedaban abolidos los privilegios de la nobleza y el clero, se establecía la igualdad de todos los franceses ante la ley y en el pago de los impuestos, etc.., etc. “¡Bravo!”, aplaudió la reina María Antonieta, que por pura curiosidad se asomó a la sesión del Consejo. Y con una sonrisa maliciosa se dirigió al dormitorio real, a esperar a su héroe.

Después de semejante arrebato de autoridad, Luis XVI se encaminó a su alcoba, y tras dar cuatro buenas nalgadas a María Antonieta, la hizo su mujer por vez primera, tras siete años de matrimonio. Desde entonces, fueron felices y siguieron comiendo perdices, como correspondía a una pareja real. Y si tuvieron pocos hijos, no fue con el propósito de estropear este cuento, sino por el poco entusiasmo del rey.

Naturalmente, a la larga, la humanidad salió perdiendo por culpa de este arrebato de autoridad de Luis XVI, pues los profesores de Historia ya no pudieron señalar la Revolución Francesa como uno de los momentos culminantes de la historia, que cierra una época y abre otra. En cambio, se ahorraron las tediosas explicaciones sobre las guerras napoleónicas.

4 de diciembre de 2011

No hace falta que lleguen

En las últimas semanas se han alzado muchas quejas provenientes de personas que piden paciencia antes de criticar al nuevo partido que va a formar gobierno. Sostienen que no tiene sentido protestar hasta que el nuevo gobierno lleve a cabo sus políticas. Así, piden un voto de confianza hacia el Partido Popular y en concreto hacia el equipo de Mariano Rajoy, pues opinan que tal vez su futuro proceder sea bueno y acabe incluso complaciendo a aquellos que protestan antes de tiempo.

Aunque a simple vista pudiera parecer un razonamiento lógico, en realidad este pensamiento es un reflejo evidente de la falta de cultura política de la que dispone la persona que proyecta la reflexión. Estas personas no tienen muy claro cómo funciona un partido político y mucho menos conocen un mínimo de su evolución histórica. En ocasiones parece que estos sujetos creen de verdad que un partido político cualquiera es simplemente una agrupación de personas que buscan el bienestar de la comunidad sin importarle la manera en que se consiga; como si no actuasen siguiendo ya unas pautas ideológicas bien establecidas y sólidas. Deben pensar que un partido X puede realizar unas políticas un año y cuatro años más tarde las políticas contrarias simplemente porque hayan cambiado de opinión o porque hayan cambiado las circunstancias influyentes. Creen que los políticos son meros técnicos que ejecutan políticas pensando únicamente en términos de utilidad y sin tener en cuenta sus prejuicios o ideales propios. Por este motivo muchos de ellos votan en una ocasión a un partido de derechas, y en otra ocasión a uno de izquierdas pensando que en esa ocasión son ellos los que tienen la mejor solución; y viceversa.

Para comprender el enorme error de este razonamiento es conveniente recurrir a la historia, como en tantos otros ámbitos de nuestro mundo. Las cosas son lo que son ahora porque sufrieron determinados cambios en el pasado. Un buen análisis del presente necesita recurrir también a su historia. Veamos el pasado de los partidos políticos.

Los partidos políticos empezaron a nacer como tales a mediados del siglo XIX, gracias a la creación y desarrollo de libertades civiles asociadas a los regímenes democráticos representativos que se iban formando en muchos países europeos. Derechos tan novedosos y poderosos como el sufragio permitían que determinados sectores de la población pudieran intervenir de alguna forma en la toma de decisiones que afectaban a la comunidad. En un principio los partidos políticos se crearon como herramientas para defender los intereses de un determinado segmento de la ciudadanía. De esta forma, los trabajadores crearon partidos políticos para defender exclusivamente las condiciones de vida de los trabajadores; las personas del campo crearon partidos políticos para defender a los que habitaban en las zonas rurales; las personas asociadas a la Iglesia crearon partidos políticos para defender los intereses de la misma; los nacionalistas crearon partidos políticos para defender una determinada cultura y un determinado idioma; y así sucedió con la mayoría de grupos más o menos homogéneos que compartían unos intereses diferenciados del resto. El objetivo de estos partidos era influir en la política para favorecer a los suyos, sin importarle apenas las condiciones de vida de las personas que no formaban parte de su grupo.

Sin embargo, a medida que la democracia representativa fue mejorando su calidad a lo largo de numerosos años de luchas sociales, los partidos políticos se dieron cuenta de que encerrarse en los de su misma condición les impedía acaparar los votos de otros grupos que carecían de representación en algún partido político. Llegar al poder se hacía más difícil si su mensaje sólo interesaba a una pequeña parte de la ciudadanía. Parecía más útil dirigir el mensaje hacia la mayor cantidad de personas posibles, pues de esta manera el número de votos sería mucho mayor y con ello las posibilidades de acceder al poder. De esta forma nacieron los partidos denominados “atrapalotodo” o “partidos escoba”, allá por los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Actualmente este tipo de partidos son prácticamente los únicos que existen, pues ya ningún partido decide encerrarse exclusivamente en una sola fracción de la población.

No obstante, es importante hacer notar que estos partidos “atrapalotodo” no surgieron de la nada, sino que fue sencillamente una reorientación de los partidos ya existentes por aquellas fechas y que gozaban de una trayectoria política concreta. Por ejemplo, los partidos de los trabajadores –que tradicionalmente habían defendido exclusivamente a los trabajadores– ampliaron su alcance y comenzaron a preocuparse por otro tipo de personas, pero su ideología central siguió siendo la misma: la de defender a los proletarios. Como es lógico este tipo de partidos no iban a cambiar radicalmente su esencia y se iban a dedicar a defender a los capitalistas o propietarios de los medios de producción.

La ideología que tanto tiempo habían mantenido y defendido esos partidos primigenios no iba a ser sacrificada solamente para ampliar el número de votantes, ya que esa ideología era la seña de identidad que les daba fuerza y gracias a la cual mantenían el mayor número de afiliados y partidarios.
Una vez examinada esta evolución histórica de los partidos políticos, cabe concluir que es un disparate olvidar que los partidos políticos se basan en unos principios ideológicos y en unas bases políticas muy concretas y determinadas. Su actuación está condicionada a ese hilo conductor que da nombre y personalidad al partido en cuestión. Alejarse de los ideales que cimentan el partido político es sinónimo de descalabro, y es algo que hemos podido comprobar en las últimas elecciones con el Partido Socialista Obrero Español tras haber realizado políticas no acordes con la ideología que subyace a ese partido.

Debido a ello, es lógico y racional imaginarse que las políticas que va a realizar el gobierno del Partido Popular en los próximos cuatro años sean acordes a su ideología política. Un partido que ha demostrado durante tanto tiempo ser partidario de la Iglesia, de la privatización de empresas públicas, del libre mercado, de la desregulación en el mercado laboral, de una férrea estabilidad presupuestaria, de la rebaja de impuestos progresivos, de la defensa de lo privado frente a lo público, entre otras; es absurdo pensar que ahora vaya a cambiar su manera de actuar. Por lo tanto, es fácil deducir –simplemente atendiendo a la propia ideología del partido– que nos espera una época de privatizaciones, de recortes, de desregulación del mercado laboral, de pérdida de progresividad en el sistema fiscal, de apoyo a lo privado frente a lo público, etc.

Y por supuesto, todo ello sin atender a las propias declaraciones de los miembros del Partido Popular, que afirman que los recortes son la única salida. O sin atender a las actuaciones ya acometidas en los gobiernos autonómicos donde gobierna el Partido Popular, en las cuales los recortes están ya a la orden del día. O sin mencionar el empeño en realizar más recortes que sostienen los dirigentes europeos más poderosos, que terminarán influyendo y presionando a un partido que nunca ha criticado una decisión proveniente de la Unión Europea.

Por eso se protesta de antemano. Porque los que tienen un mínimo de cultura política saben lo que se avecina. Porque no todas las personas andan desorientadas mostrándose fáciles de engañar. Los recortes son ya un hecho, y su potenciación una profecía inevitable.

http://eduardogarzon.economiacritica.net/

1 de diciembre de 2011

Anecdotario

El mariscal Montgomery tenía una fuerte postura antitabaco que chocaba frontalmente con la afición a los cigarros de Winston Churchill. Se cuenta que un día, Montgomery dijo a Churchill:

— Yo no bebo ni fumo. Duermo bastantes horas. Por eso estoy en forma al ciento por ciento.

Y Churchill respondió

— Yo bebo mucho, duermo poco y fumo un cigarro tras otro. Por eso estoy en forma al doscientos por ciento.