8 de diciembre de 2011

De cuando Luis XIV cambió el curso de la Historia

“Ahora sí, van a saber quién soy”, se dijo a sí mismo Luis XVI, mientras arrojaba a un rincón la hermosa cerradura que acababa de fabricar en el amplio taller de la cerrajería real, donde tan gratas horas pasaba solitario y distraído, lejos de los juegos galantes que cotidianamente organizaba su joven y virgen esposa, la reina María Antonieta.

“Ahora sí, ahora sí, ya verán”, se repetía el Capeto, quitándose el delantal y arreglándose un poco la peluca, “¡Ya verán!”, dijo, cerrando con fuerza la puerta de la cerrajería mientras se encaminaba, con ánimo resuelto, a presidir el Consejo del Reino.

Los ministros no salían de su asombro. Luis XVI se sentó a la cabecera de la gran mesa y por primera vez dejó traslucir un poco de la majestad que siempre le faltó en estas reuniones, donde prefería hacer sus siestas. Y entonces, con voz firme, dictó el célebre decreto que cambió el curso de la historia, aseguró la real testa sobre sus hombros e hizo imposible la Revolución. Era el decreto, tanto tiempo aguardado, por el cual quedaban abolidos los privilegios de la nobleza y el clero, se establecía la igualdad de todos los franceses ante la ley y en el pago de los impuestos, etc.., etc. “¡Bravo!”, aplaudió la reina María Antonieta, que por pura curiosidad se asomó a la sesión del Consejo. Y con una sonrisa maliciosa se dirigió al dormitorio real, a esperar a su héroe.

Después de semejante arrebato de autoridad, Luis XVI se encaminó a su alcoba, y tras dar cuatro buenas nalgadas a María Antonieta, la hizo su mujer por vez primera, tras siete años de matrimonio. Desde entonces, fueron felices y siguieron comiendo perdices, como correspondía a una pareja real. Y si tuvieron pocos hijos, no fue con el propósito de estropear este cuento, sino por el poco entusiasmo del rey.

Naturalmente, a la larga, la humanidad salió perdiendo por culpa de este arrebato de autoridad de Luis XVI, pues los profesores de Historia ya no pudieron señalar la Revolución Francesa como uno de los momentos culminantes de la historia, que cierra una época y abre otra. En cambio, se ahorraron las tediosas explicaciones sobre las guerras napoleónicas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario